La noticia nos llegó, así como los aguaceros de Quito en
diciembre, inesperados. “Se suspende la feria Jesús del Gran Poder”. Ese era el
gran titular de los periódicos,
noticieros estelares televisivos y hasta en las cadenas de blackberry
Messenger circulaba la noticia. Nadie entendía por qué lo hacían o qué había
pasado, pero por supuesto que Barrera debía tener la culpa de ello. Pero muy a
la sorpresa de todos, esta vez, no había sido él. Para ser más exactos, no
directamente. Es que Citotusa, empresa que organiza la feria decidió cancelarla
pues, a solo una semana de abrir sus puertas, no habían logrado vender ni el
30% de los abonos. A diferencia de años pasados, donde ya para esas fechas,
todo estaba más que agotado.
Y fue justo ahí donde empezó el relajo. En un lado del
cuadrilátero, los anti taurinos festejaban el triunfo, pero seguían merendando
carne y pollo en sus casas. Por otro, los aficionados a la tauromaquia que reclamaban
su libertad de asistir a cualquier tipo de espectáculo público. La polémica
seguía, marchas en contra, en defensa, en todo. Pero, al fin y al cabo, ni
“Jesús del Gran Poder” se pudo hacer el milagrito. La feria se suspendió y con
ella, también le dijimos adiós al ánimo fiestero de Quito y, sobre todo, a la alfombra
roja de diciembre. Porque las corridas de toros eran la ocasión perfecta para
crear los mejores “fashion reviews” del mes.
Porque las fiestas de Quito también son tradición y cultura
en la moda. Las familias quiteñas de cepa, se preparaban para el cartel de cada
año. No era solo cuestión de ponerse cualquier sombrero o comprar los que
vendían fuera de la plaza. Los toros eran una cuestión de “haute couture”. Se
destinaba un presupuesto especial para cada diciembre que sería empleado en los
atuendos, accesorios y calzado que se usarían en los diferentes días de la
feria. Y todos estos “outfits” se modelaban, entre cava y tienta, con el fin de
salir entre los mejores vestidos del especial de “Cosas” o tal vez, hasta
implantar una tendencia.
Pero este año todo eso desapareció. La tradicional “Casa de
la Bota Española”, donde toda la élite del calzado quiteño compraba sus botas,
bajó sus ventas en un 75%. Las boutiques exclusivas, donde se compraban los
jeans para los más tradicionales o las faldas y leggins para las más
“avant-garde”, disminuyeron al 50% sus ganancias previstas. Y qué decir de la
tan famosa casa de doña María de Velásquez, donde se encontraban los
“socialites” de Quito, para hacer las últimas compras de sus pañuelos,
sombreros y las más hermosas mantillas traídas directamente desde España. Pues misma
historia, María redujo un 50% sus importaciones.
En definitiva, pérdida para el comercio, la tauromaquia, las
fiestas, y para lo “in”. Porque ver cómo la moda iba cambiando conforme se
iniciaban los pregones era parte de la ciudad. Porque desde el quiteño más
humilde hasta el más fashion quería verse bien y vestirse para festejar a la
Carita de Dios. Y este año sin toros, nos quedamos sin “Quito fashion week” y
sus nuevas tendencias.
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